Por ROBERTO SEBASTIÁN CAVA
“El que se casa por todo pasa”, dice el refrán y aunque no deseo hacer partícipes de una humorada a los tan amables lectores de REVISTA PROTOCOLO, deseo hablarles hoy sobre la celebración de las bodas de oro matrimoniales. Las personas singulares y las colectivas celebran este aniversario porque es algo importante en sus vidas Cincuenta años son muchos y evocan un tiempo transcurrido y compartido. Hoy los matrimonios lo festejan de una manera muy especial en un día donde brilla un milagro de amor. Son los hijos, los nietos y los bisnietos quienes harán fiesta en el mejor sentido de esta palabra. He tenido ocasión de organizar esas celebraciones desde el punto de vista profesional. Con anticipación pedí a los esposos que me contasen algunos detalles de sus bodas y así pude pergeñar todo. Recuerdo el texto de una invitación. La habían redactado personalmente y cedo un poco a la indiscreción para transcribirla. Dice así: “N.N. y N. N., después de muchos años con enojos, controversias, disgustos y alegrías, abrazos, besos, celos, etc., triunfó el Amor: con este motivo los invitamos para el viernes 26 de mayo a las 21.00 en punto. Los esperamos, será un placer festejar con ustedes nuestras Bodas de Oro”.A primera vista puede parecer cursi, pero no lo es. Los esposos buscaron una forma propia para trasmitir su alegría. Es la prudencia la que debe reinar en estas celebraciones pues los años no pasan en vano para todos. Es preciso escoger un sitio adecuado donde los invitados se encuentren cómodos. No hay que olvidar que los esposos podrán invitar también a una Misa previa al festejo. Por eso los posibles traslados deben ser reducidos a los más imprescindibles. Hay empresas dedicadas a la organización de un evento como el que comento. Lo hacen muy bien siempre y cuando participemos nosotros activamente en la puesta en marcha de lo presupuestado. Una cosa es lo escrito en un papel y otra es la realidad. Hay matrimonios que optan por la sencillez y prefieren una celebración sin estridencias. No hay cosa más desagradable para ellos que un sitio ruidoso, con música a todo volumen. Ellos son jóvenes, pero menos jóvenes que hace cincuenta años, cuando se casaron. El menú de las bodas tiene que estar de acuerdo con la edad de los invitados. Por eso también es preciso que ellos al confirmar su asistencia expresen también si tienen alguna dieta especial de comidas. Hace muchos años atrás quien llevaba una dieta se consideraba enfermo y declinaba una invitación. Hoy vamos todos y quienes nos ocupamos de organizar las celebraciones no podemos olvidar la delicadeza debida a cada uno de los invitados. No nos será posible ofrecerles unas patatas al vapor y sin sal y rociadas con menta. En cambio, una variante hipocalórica, bien presentada por un sonriente camarero colaborará indudablemente. Las dietas vegetarianas, celíacas y por motivos religiosos no se nos pueden escapar. Párrafos atrás mencioné a la música. Es un algo muy delicado y conviene conversarlo con anticipación con los esposos y con su familia. Es muy simpático que bailen un vals pero, antes tenemos que saber si están en condiciones de hacerlo. Parafraseando la letra de un tango podríamos decir que cincuenta años no es nada, siempre y cuando la salud haya acompañado generosamente a los esposos. Me han preguntado con frecuencia si en esta celebración hay que dar algún discurso. No existe una respuesta única pero hay que evitar las emociones fuertes. No sería la primera vez que uno de los cónyuges se conmueva más de lo necesario y acabe ingresado. Hay que alegrarnos con un aniversario tan significativo. Conviene ser cautos ante el invitado inspirado y con deseos de hablar. Un brindis sencillo y espontáneo puede reemplazar las frases que alguna vez hemos escuchado: “Alcemos las copas para brindar por este milagro de amor”, o ”En reconocimiento a vosotros, por llenar nuestras existencias de dicha, alcemos las copas para brindar”. Recordemos entonces, para nuestros adentros, aquello de “a boda y bautizado, no vayas sin ser llamado” o “voluntarios, abstenerse”.
El humorismo es un modo de presentar la realidad hasta en la elección de un menú adecuado. Por estas tierras y en especial en Buenos Aires, son muy variadas las propuestas culinarias para una celebración así. A lo mejor, pueden resumirse en “campestre”, “formal” o “finger food”. La “campestre” parecería poco adecuada porque se trata de ofrecer carnes asadas sobre brasas. En un plato apetitoso a veces poco compatible con la edad de algunos invitados. La llamada “formal” es algo interesante.
Sostengo que en Protocolo todos los actos son formales y si se aplica ese adjetivo a un agasajo no me convence. Podría denominarse simplemente “cena o almuerzo”. Debo admitir que los “asados” gozan de gran aceptación en estas tierras, pero cada cosa en su sitio. Somos exigentes en las comidas y las influencias europeas están presentes en nuestra alimentación. La época del año incide en la alimentación. Mientras en estas tierras gozamos de un invierno, podría ser ofrecida esta propuesta elegante que nos ofrece: menú de cinco pasos, tres salados y dos dulces.
La degustación previa del mismo y de las bebidas integra nuestro trabajo. Es allí cuando se determina el tipo de mesa a utilizarse, la ubicación de los invitados y todos los detalles de la celebración. Esta mañana una oyente de mi segmento radiofónico comentó que para la cena de sus bodas de oro le habían presupuestado “una copa de bienvenida”. Ella pensaba que correspondería un cóctel y razón tenía. Ese agasajo tiene un gran efecto ordenador, como bien sabemos y, por otra parte, permite ofrecer a los agasajados algo pensado sin atiborrarlos con comida antes del almuerzo o de la cena.
El sistema del “finger food” posee muchos adeptos. Como su nombre lo señala son aquellos alimentos que pueden ser llevados a la boca con facilidad, muchas veces sin la ayuda de cubiertos. Es un agasajo de moda aunque a mi entender no recomendable para unas bodas de oro matrimoniales. Los postres forman un capítulo. Por lo general se presentan de una manera muy atractiva y vistosa. Si me lo permiten, me pondré un poco más cursi. Sé bien lo que significan cincuenta años de matrimonio. Mis padres llegaron a cumplir sesenta y seis. De sus hijos alguno ya celebró sus bodas de oro y otro está en camino. En estas celebraciones se acostumbra hacer regalos. Por una parte los cónyuges entre sí y, por otra los invitados. Cincuenta años merecen ser bien celebrados porque el amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos los males.
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